lunes, 9 de noviembre de 2009

::SOBRE LA PRESENCIA Y LA AUSENCIA::

(La esencia y la ausencia)

(Escrito con espíritu de ensayo relacionado con la obra de Henri Lefebvre "La presencia y la ausencia; contribución a la teoría de las representaciones")


Como en la mayoría de las ocasiones, revelador aparece el analizar un texto en concreto bajo la imposición de una idea prefijada como punto de partida a partir del cual llegar a sintetizar cada una de las palabras, y más importante, su conjunto. Eso mismo haré de nuevo a partir de este instante, exhortando a todo compañero e incluso lector a que realice dicho acto del mismo modo, y solo hablaré de lo que me interesa; únicamente de aquello que aparezca con el objetivo de colaborar con el desarrollo de mis ideas y mis actos. Me interesará todo aquello que consiga visualizar como perteneciente a mi propio entorno.

Insiste la vivencia en proporcionarnos a todos nosotros una serie de determinadas experiencias, las cuales pueden instruirnos directamente en el saber o acaso instarnos a acometer de un modo más indirecto la extracción de dicho (ansiado y pleno) conocimiento. Una reafirmación en si misma sobre uno mismo.

El observar las vivencias desde un supuesto e inicial punto de vista objetivo, supone una recaída en las propias vivencias para así concluir un conjunto de concretos dogmas que por supuesto se metamorfosean en plenamente subjetivos. Surge entonces el momento en el cual pretende aparecer el anhelo de posesión de otras vidas tal vez más difíciles que hubieran aportado otro tipo de experiencia acaso más completa.

Cierto se muestra a mi entender el rechazo de la idea de permanencia en la vivencia propia por el aparentemente simple factor que afirma que la única utilidad que a partir de ese momento podría producirnos sería la posibilidad de re-exposición de lo vivido sobre un nuevo tiempo y momento, que además de cambiar dicha experiencia, le añadiría un renovado interés quedando así transfigurada tal vivencia.

Alimentarnos de todo nuestro aprendizaje no es más que la evolución lógica de todo ser humano, convirtiéndose en aspecto importante cómo tratamos dicho crecimiento cognitivo. Se habla en un determinado momento sobre dos clases de periféricos (de dicho modo denominados) definiendo y ensalzando el uno en detrimento del otro, siendo únicamente una visión determinada, nunca general y mucho menos dogmática, puesto que difícil parece evitar morar en las fronteras, al menos durante algún tiempo, no siendo el no conseguirlo en absoluto fallo, error o fracaso alguno. ¿Debe evitarse la búsqueda de la vanagloria, sea esta como sea? ¿Acaso es tan marcada la figura del héroe, siempre luchador, revelador y rebelde en pro de una justa causa que como premio le otorgaremos sin más el conocimiento crítico como si de un bendito trofeo se tratase? ¿Qué sucede con el villano? tal vez su nombre pese demasiado. Pero a mi parecer es cierto que la vida en ese límite produce la sensación de explorador e incluso profeta, al parecer dejando a un lado (¿consciente o inconscientemente?) las denominadas tierras prometidas. Sólo abre el camino hacia dichos emplazamientos para quien desease llegar a ellos pero nunca antes hubiese podido hacerlo.

Claro es que lo que aterroriza a esta clase pueda ser el devenir temporal precisamente de sus propias vivencias, obligándole en cierto modo a continuar, a permitir que otros sean los que se detengan. Sólo hay dos caminos: el comentado entre las palabras sobre las cuales tratamos de pensar, o el de precisamente ahondar a favor del tiempo en un claro y único tipo de saber.

Sin embargo, se nos adjudica entonces un papel de hombre desplazado, asunto transparente de todos modos en cuanto al proceso de creación, cuyo máximo rival es su ego apoyado por el devenir. El tiempo y su ser real son los que a cada instante entorpecen su creación al mismo tiempo que aportan caracteres de personalidad y actuación. la figura que da y quita nos produce el deseo de crear como defensa en tal batalla. No en absoluto nosotros mismos sino nuestras representaciones serán lo importante, al menos lo clarificador a otros ojos. La gran obra comentada.

“Inmortaliza o eterniza a su manera ficticia-real un instante, una belleza mortal y fugitiva, un acto, un héroe, alguien o algo. Toda obra se parece a un monumento y los monumentos son grandes obras” (...) ”frágil, vulnerable, impugnable pero poderosa, la obra se enfrenta tanto a la duración como al público” (...) ”la obra parece producir su tiempo, su espacio, su afirmación y su fuerza”.

¿No es excesiva y presuntuosa aseveración el afirmar que el saber nunca predomina? incluso Wagner aparece más interesante que fausto en ciertas ocasiones.

Por otra parte me gustaría saber quien no desearía escuchar las anteriores afirmaciones aplicadas sobre su creación. y sin embargo, ¿Qué cariz tomaría todo pensamiento si en lugar de imaginar en nuestras mentes la palabra presencia, la substituimos por esencia?, (a mi parecer más acertado concepto para el caso). Estaríamos hablando pues de esencia y ausencia, siempre y cuando pudiésemos justificar tal cambio. La esencia comprendida como base fundamental de la persona, instante indivisible del alma. el problema radica entonces en conocer la manera de actuar con motivo de comprender y recoger la esencia de lo retratado. Todos los pasos que deberían acometerse (no pudiendo de ningún modo ser explicados) para captar la personalidad esencial y ausente a partir de un momento dado. Ciertamente se comprenden mejor los conceptos atendidos en el texto si pensamos es la presencia como esencia.

Si a estas alturas le parece al lector que divago, dejaré que piense que es posible que no avance por equivocado camino. Todos los conceptos, ideas y afirmaciones presentes en el texto (entre ellas la inclusión del concepto de mónada, tal vez algo irreflexiva su utilización en alusión a la obra de arte, apareciendo ésta extrañamente divisible en desacuerdo con la idea de Leibniz) las intuyo en base a personales conclusiones, o al menos pensamientos.

Llegados a este punto sólo resta añadir breves apuntes: la inspiración carece de todo aspecto romántico que pudiera serle concedido en este punto. No es más que la evolución temporal que surge (en apariencia de ningún lugar) de un análisis interno sobre las teorías planteadas o concebidas. En cuanto a la relación entre lo infinito-finito afirmar simplemente (a pesar de su apariencia de obviedad) que del “todo” se llega a un lugar, en todo campo, modo, forma, manera o estilo de pensamiento.

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