lunes, 9 de noviembre de 2009

::NARRACIONES ENCONTRADAS - NARRACIÓN 23::


Torguen poseía aquel brillo intenso en la mirada que hacía demasiado característica a una persona de entre cientos de miles como para que alguien como yo, con tantos nombres y tantas historias y responsabilidades sobre las espaldas, no cayese en la cuenta de apreciar. El día en que por fin nuestros ojos se reconocieron, pasamos incontables horas charlando en la Taberna de los Alaridos (que por cierto hace honor a su nombre, y en la cual cada conversación sube de tono con respecto a la conversación vecina), hablando de esto y de aquello, pero sobre todo de las aventuras que mis huesos habían dado en protagonizar, en sus múltiples apariencias.

-No, no - Me esforzaba en vano en exclamar -; por supuesto que no, y tenéis razón, mi joven amigo. Está claro que la voluntad del que desea absorber El Conocimiento en sus diversos aspectos, es mucho más fuerte que aquel guerrero asombrado por la fiereza del combate y aún llevado en batalla por el alma del Berserker; no es ni comparable, en modo alguno, (y debéis creerme, en verdad os lo digo) la voluntad del mayor estudioso que he conocido (Raewred de Firastads, monje ya fallecido, desgraciadamente) a la voluntad del más grande de los guerreros que estas tierras han soportado (seguro que habéis oído hablar de el, Yasgorth el cuestionable, provocador de tantos conflictos y vencedor en todos ellos); lo mismo es...

-En eso estoy de acuerdo con vos, y, perdonadme esta pequeña interrupción, pero creo que una frase que hace poco he encontrado en un antiguo escrito, concuerda con.....

-¿Qué tipo de escrito? ¿Podríais describírmelo? - Interrumpí con avidez.

-Estoy seguro de que al escuchar la frase en cuestión, habréis de daros cuenta de infinidad de detalles que enmarcarán el origen del texto hallado; tened paciencia y escuchad.

-Hablad, os lo ruego. – Me excusé.

-En efecto, así haré. La frase dice lo que sigue: “El hombre no se arrodillará ante los dioses ni yacerá muerto para siempre si no es por la flaqueza de su propia voluntad” - Una agradable sonrisa recorrió la faz de Torguen mientras que mi interior se apareció tal vez algo ausente.- ¿Os suena de algo?

-Habladme de ella; ¿Dónde la habéis hallado? - Ausente (algo ebrio) y preocupado pregunté lo que después supe ciertamente nunca debí preguntar.

-La frase estaba incluida en unos escritos realmente antiguos que encontré por casualidad en un poblado de las afueras de Ternazirl, y en general nos contaba la curiosa historia de un personaje...

-No recuerdo haber dejado allí copia alguna... - Ahora parecía yo hablar solo, creo recordar, o pensar en voz alta, pero enseguida reaccioné, mirando directamente a los ojos de mi acompañante y cortando sus palabras al instante. - Querido Torguen, ese texto que decís habéis encontrado no ha sido dejado casualmente, ni perdido en descuido por nadie, os lo puedo asegurar. El que vos lo hayáis encontrado no es casualidad, sino causalidad importante que puede provocar grandes cambios en este tiempo. Mejor será que poco sepáis por ahora; sólo debéis saber que creo haber hallado en vos algo que va más allá de la simple curiosidad o agradable sorpresa. Mas, aprecio ahora que largo tiempo ha pasado desde que entramos en este apestoso cubil cervecero....

-¡Si!, ¡por los lobos del oeste! – Confirmó mientras oteaba a su alrededor. - O están todos muertos o terriblemente borrachos. Tal vez deberíamos descansar algo, pero no aquí. A pesar de que mi morada no está cerca, un paseo puede venir bien para despertar nuestras piernas y relajar nuestras mentes.

Torguen estaba ya levantándose y dejando algunas monedas de cobre en la mesa cuando, recuerdo, advertí en su expresión la profunda huella que dejarían las palabras que habían salido de mi boca. ¡Insensato de mi! “Demasiado pronto”, me repetía mi conciencia; pero el caso es que lo que me había contado sobre el hallazgo de aquel texto con el que mi pasado reciente tanto tenía que ver, en aquel momento me había vencido. ¿Sería Torguen el buscado?.... tal vez, pero el tiempo lo afirmaría... o no.

- Acepto sin más, mi buen amigo - (por el momento preferí alejar aquellos pensamientos de mi cabeza) -. Paseemos pues en busca del descanso; es posible que con la luz de la mañana nuestras mentes se estimulen a la par que nuestro cuerpo. Creo que el aguamiel no es todo lo bueno que nuestros paladares habrían deseado.

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