lunes, 26 de octubre de 2009

::SOBRE EL CUERPO MUERTO DE MONA HATOUM::





No es difícil apreciar desde un primer momento la provocación a la que podemos comprobarnos sometidos una vez dispuestos ante la imagen que hemos elegido como objeto de nuestro análisis; sencillo es también dilucidar que dicha provocación es completamente deliberada, todavía más desde el momento en que sabemos que "sobre mi cuerpo muerto" es una obra no destinada a ser expuesta en la soledad de las galerías, sino que ansía ser presentada en espacios públicos, en los cuales pueda trabajar el germen que la obra tendrá a bien en implantar. Advirtiendo todo esto, no se nos complica demasiado la primigenia conclusión sobre las posibles connotaciones, tanto sociales como políticas, que conviven en el trabajo; sin embargo, podemos también darnos cuenta de una sutil inutilidad en el caso de buscar en la obra un significado demasiado concreto (a pesar de que siempre pretendemos -absurdamente en muchos casos- aportar explicaciones tomando como referencia los antecedentes del artista en concreto), apareciendo poseedor de mayor emoción el hecho de que una obra determinada sea reflejo de diferentes significados, paradojas y contradicciones soportadas sobre sí misma, y no por todo aquello que conocemos acerca del autor y sus motivaciones y aspiraciones. De este modo, cuando la obra se explica le son transferidos los conceptos de fijación, inmovilidad... en lugar de algo que se encuentra en un permanente estado de cambio; "reducir una cosa desconocida a otra conocida alivia, tranquiliza y satisface al espíritu, invocando además un sentimiento de poder", por lo que concluimos acertadamente que aquello que es desconocido a nuestro entendimiento conlleva una inquietud de ánimo. Esta obra cambia y viaja de lugar en lugar, presentándose en espacios públicos en los cuales se irán descubriendo nuevas e interesantes asociaciones (dependiendo esto del emplazamiento) pudiendo ser incluso que el espectador haga reparar al propio artista en su propia obra; esto sucede en este caso; aparecen -en el que mira- sensaciones contradictorias (a partir de estas sensaciones comenzaría la construcción de un razonamiento, la propuesta de "la cuestión", cuando el espectador se hace preguntas), la fascinación y el miedo, implicando al receptor desde un punto de vista altamente afectivo, al darnos cuenta de que la víctima (no importa el concretar la causa de nuestro victimismo, pues nuestra imaginación y vivencia subjetivas se encargan de sacar las personales causas a la luz) podríamos ser nosotros mismos; así pues, la presencia de la idea de víctima queda instaurada.

Y sin embargo nos constituimos en observadores situados en una posición privilegiada desde la cual poder examinar los complejos fenómenos de lo cotidiano, al ver al otro sufrir el castigo; un castigo (mirar la propia obra) en el cual no caeremos expuestos mientras permanezcamos precisamente cerca de la imagen, precisamente contemplándola. Se exalta entonces la experiencia del otro (introducción a la catársis que se ha de producir), y un alto grado de sentimiento de dislocación.

Antes de seguir tal vez sería necesario comprobar los dos aspectos que presenta la obra de arte, los cuales podrían llegar a ayudarnos a la hora de extraer las finales conclusiones; uno sería el aspecto natural, o físico, siendo este el aspecto consciente que puede ser manipulado y moldeado por el artista, y acto seguido aparecería el aspecto inconsciente y cultural (poseedor de una tremenda complejidad) de la obra. Pues bien: este aspecto último está lleno de asociaciones y significados, por lo que explicarlo e incluso comprenderlo aparece como acto tan imposible como hacerlo con el inconsciente individual y colectivo. Apenas algunos puntos concretos podemos acercar hacia la luz; "el mundo cotidiano puede ser un peligro". Todo lo cotidiano podría llegar a convertirse en violencia, y tanto pueden convertirse los objetos como las ideas, conceptos y convicciones, momento o conclusión a partir de la cual empezamos a preguntarnos sobre todo aquello que nos rodea. Pero apreciamos en la imagen un entorno tan natural (o artificial; en todo caso entorno urbanita y natural por carácter habitual) como inquietante, incómodo, no distinto del que podemos ver todos los días en nuestra cruenta cotidianeidad, pero sobre el cual sí cambiará nuestra mirada sobre dicho espacio; nuestra manera de observar tendrá connotaciones siniestras al advertir que "lo familiar deviene inhóspito". ¿Cómo ha llegado la artista a provocar tal amalgama de pensamientos y sensaciones en el espectador? Con la eminencia de la escenografía; con la configuración de un territorio dramático en el cual se desenvolvería la narración (el observador actuaría en dicho drama, la vida) de la precariedad del ser humano (la problemática que sufre el hombre actual). Y es que al ver esta imagen, sufrimos sin duda la hostilidad del entorno, revelándosenos nuestra carnalidad.

Es entonces -cuando advertimos el peligro y deseamos proteger nuestro cuerpo para que no se revele herido- cuando nos damos cuenta de que “debemos estimar la calamidad como a nuestro propio cuerpo, pues nuestro cuerpo es la fuente misma de nuestras calamidades; si no tuviéramos cuerpo ¿Qué desgracias nos podrían suceder? Así se aprecia que únicamente quien esté dispuesto a entregar su cuerpo para salvar al mundo merece que se le confíe el mundo”; "solo donde habita el peligro, nace la salvación".

Esta obra, pues, se muestra como experimento hacia el hallazgo de aquel espectador transferido a héroe, buscándolo en cada cambio de emplazamiento; de lugar en lugar, siempre público, con una frase y una imagen que desean saber cómo son asimiladas y hasta qué punto dependen de las diversas culturas a las que se muestra; así, el punto de vista siempre será diferente, y la ética y la política prevalecerán sobre la estética. Más aun al ser una obra abierta, expuesta a múltiples lecturas las cuales muy a menudo reflejan en gran medida la historia personal de aquel que llega a contemplar el trabajo.

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