miércoles, 23 de septiembre de 2009

::REFLEXIONES SOBRE EL TRATADO DEL PROYECTAR::

Comentario con espíritu de ensayo escrito sobre “Teoría de la Inteligencia creadora”, con respecto al Capitulo IX “El tratado del proyectar”, de José Antonio Marina.


Es propuesta la libertad como diferencia entre la inteligencia humana y la inteligencia animal, una diferencia correspondiente a una evolución que nos permite, si lo deseamos, analizar todo aquello que quisiéramos proponernos.


Suscitar, controlar y dirigir las ocurrencias, pero también acaso dejarse suscitar, controlar y dirigir por esas mismas ocurrencias. Ambos pueden ser considerados o entendidos como muy distintos campos de acción, uno basado en el análisis y la racionalización de conceptos e ideas, el primero, aquel que necesita de una buena mesa de roble y una tenue y clara luz y al menos unos instantes libres de necesidades que denominaremos mundanas. Si se logra un estadío personal de despreocupación podremos alcanzar la plena lucidez de conocimiento interior que nos permitirá a su vez tratar con tranquilidad e inteligencia cualquier tema que nos propongamos. Esto no es nada nuevo, pues el nacimiento del libre pensar surgió acaso gracias entre otros a este punto (1). Sería el equivalente al caso propuesto de suscitar, controlar y dirigir las ocurrencias, caso frío y lógico, totalmente opuesto al segundo, aquel suscitado, controlado y dirigido por las ocurrencias, que nunca tendrá final (al menos objetivo y claro final) pues no posee principio hábilmente analizado (2)


Una ocurrencia (concebida como tal la definición contextual que apreciamos en el tratado) nunca debe ser la base de un proyecto. No podemos partir de un aspecto que por muy personal que éste sea en realidad, deja de serlo tanto en cuanto no conocemos su claro origen. El subconsciente, en un principio, no debe ser tenido en cuenta como punto de partida, pues no conocemos personal e individualmente el alcance que realmente podríamos llegar a apreciar. Trabajar en base a ocurrencias es la manera tal vez más veloz de comenzar a desarrollar un método de trabajo. ¿Qué estamos haciendo entonces? Trabajando por gusto, afirmando así que no una sola ocurrencia surge en un posiblemente largo período de (en realidad) falsa reflexión, sino que de todas esas mencionadas ocurrencias escogemos una de ellas, la mayoría de las veces guiados por simple y puro gusto estético al cual proporcionaremos (en el mejor y más optimista de los casos) una pasable justificación, que como tal, para mi posee poco sentido. Debe tratarse el comienzo de un proyecto como un reto personal, proporcionándole a esta palabra (personal) toda la importancia, enorme importancia, que en realidad posee y tan pocos conceden. No debe ser “un proyecto” sino “mi proyecto”, titulado en clave infantil en todo caso, como algo que debe ser encauzado desde el punto de vista ególatra (egocéntrico tal vez) y egoísta que todo infantil ser humano le proporcionaría (3)


“Un tema. Buscad un tema y desarrolladlo”. La búsqueda de una temática a desarrollar implica un acelerado y avanzado análisis, en lugar de dejarlo como cuasi final punto a tratar, y en él nos vemos obligados (por nosotros mismos) a analizar nuestra existencia y qué efectos causaron las experiencias que nos han salido al paso o hemos provocado. El primer plano, la humanidad visual que busco por medio del rostro retratado, la escritura como memoria de la humanidad (incluso como memoria futura, arriesgándome a que tal concepto no exista y la potencialidad de la individual existencia amenace con disolverlo), la inutilidad como carácter de presión humana y la adaptación tanto del color como tratamiento y aplicación del mismo poseen caracteres demasiado personales (como ideal final deseado) que incluso por veces me cuesta o costaría explicar, debido a su parte de origen subconsciente (pero el cual he por supuesto intentado y logrado analizar en parte como carácter obscuro y primigenio). La autorreflexión como importante inicio.


La gente (englobada para la ocasión en una esfera de estudio y aprendizaje) apenas suele pensar, al menos cada vez con peor insistencia, ya no en los orígenes de sus deseos sino en las causas que provocará. Todo debería quedar atado ya en un comienzo, para suceder así el buen desarrollo. Pero toda reflexión provoca más y más preguntas, proponiéndonos esta situación una arriesgada y apasionante aventura de la cual podremos salir de dos modos, siendo el primero el abandono consciente por incompetencia y el segundo la llegada triunfal como héroe de las cuestiones, esperando y ansiando fervorosamente más fortuna de la que Hemón logró abrazar (4)


Esta inteligencia que se anuncia como base natural de toda persona, dudosa en algunos irreverentes casos de desarrollos teóricos, nunca se verá influida por la mala fortuna más que de una mala adaptación que nosotros incentivaríamos (acaso los que fallan), siendo objeto de la mirada predatoria, absorbida por mi poco tiempo ha como concepto a pesar de ya conocerla en su modo claro de desarrollo. Y sin embargo de ahí la importancia en ocasiones de proporcionarle un nombre a una concreta acción para así reconocerla con mejores formas, siendo éste claro ejemplo de modificación de inteligencia en inteligencia artística (que a su vez posee añadidos aspectos de más tipos de inteligencia).


Entender por proyecto una irrealidad pensada a la cual se le entrega el control de la conducta personal es una definición, aclaración o conceptualización que podría fallar desde el momento en que la conducta es la que tiene algo que decir (algo importante, por descontado) sobre esa irrealidad que deseamos proyectar. La conducta es parte natural (conducta entendida como personal, desde el punto de vista del ser humano, aludiendo así a las marcas de la educación, de actuación y de respeto -entre otras-social) que guiará en parte y con la ayuda de otros aspectos a la finalización del proyecto, no al revés; no siendo motivo cambiante desde el momento en el que iniciamos el pensamiento guiado (5)


La conducta tendrá el control del proyecto, al menos un importante control sobre el mismo.


Es mi propia conducta (en comienzo como ser humano) y su versión artística la que para empezar me hace trabajar como trabajo y crear un ambiente lo más acorde posible con mi personalidad, para así discurrir en ese creado espacio con la más desapercibida vacuidad.


Cierto es, de todos modos, que una vez decidido cual será el proyecto que llevaremos a cabo (nuestra huella y largo seudópodo con el cual se intentará en cierto modo definirnos a la vez que propiciamos el posible abrazo a todo espectador) este nos hará ver la realidad de otro modo, distinto modo que provocará en muchas ocasiones pérdidas reales de tiempo que sin embargo terminarán por convertirse en el mayor de los avances. Después de decidir qué contar, cómo hacerlo y con qué, llega...nos sobreviene la época del trabajo que produce, además de benditos errores, nuevas preguntas y planteamientos, rueda que a partir de ese momento ya nunca se desvanecerá. ¿Hasta qué punto podremos desarrollarnos en alguno de estos proyectos?. El tiempo se impone como profesor-director (o debería idealmente hacerlo) del desarrollo de nuestras ideas, pero cuando este no nos dedica todo le que debería (por ineludibles motivos) pierde el proyecto gran parte de la libertad con la cual debió haber nacido.


La conducta que dirige el sujeto inteligente, la conducta que dirijo, está, como antes he afirmado, en directa relación con la conducta natural desarrollada a lo largo de mi vida. Así, aquel ordenado individuo trabajará de distinto modo, e incluso pensará en base a distintas directrices que aquel otro cuya vida discurre en medio del caos. Así pues, el que juzga debería de forma ideal aprender a conocer al que realiza, valorando en su justa medida tanto la finalidad de su proyecto como la intención que se buscaba y el resultado logrado.


“Crear es someter las operaciones mentales a un proyecto creador”. Crear es aprender a pensar. No se necesita ningún producto resultante para haber creado. Ningún objetivo, me atrevo a decir, es necesario adoptar para obtener el grado de creador. Pero entramos en el mundo que nos requiere productos, imágenes, palabras...dicho de otro modo: Resultados medibles que se puedan palpar, tocar, para así ser tenidos en cuenta. Pensar es crear en cierto modo y para eso, sí debemos ser libres (teniendo que aprender anteriormente como serlo). La libertad no se alcanza de cualquier manera. La libertad creadora, aquella que se necesitaría o que desearía todo artista, debe poseer un alto grado autorreflexivo y de profunda valoración. No se pueden separar esas dos palabras, pues toda libertad debería ser creadora. Lo es. Libertad creadora es al fin y al cabo libertad, por lo que para que un proyecto sea creador necesitaremos inteligencia y libertad. ¿Natural o artificial?


Podemos definir, o al menos acotar el concepto agregado de inteligencia artificial del siguiente modo: Aquella inteligencia que solo es concebida con lentitud por parte de aquel individuo poseedor del conocimiento necesario a lo largo de toda su existencia, y que a pesar de ello se encuentra en desventaja con respecto al individuo explotador de la inteligencia natural. Ambos difieren en cuanto al carácter romántico, a la sensibilidad y a la inspiración. Deberían de nuevo estos dos conceptos estar siempre unidos. Cada uno de nosotros posee una inteligencia natural que debe ser completada por medio de la inteligencia artificial, alcanzando un equilibrio que muy pocos poseen. No negar y transmutar los sentimientos a favor del frío conocimiento. A mi parecer, si existiese un solo individuo que únicamente gozase de la inteligencia artificial, exenta de cualquier tipo de instintos o sentimientos, terminaría por auto-acabarse del modo más cálido posible, adaptando todo su ser a un final lo más romántico posible.


Pero nos estamos desviando en parte del objetivo del tratado a comentar, e intentaremos retomar su temática en el siguiente punto: Es posible que uno de los aspectos externos de un proyecto ya finalizado (esto es, con al menos algún resultado visible que exponga las bases sobre las cuales se ha trabajado) que más impacten y logren la aceptación tanto artística como social (o tal vez su repudio, posible triunfo de todos modos) sea la originalidad (ya no tanto en cuanto al método sino en la base y desarrollo del proyecto). Pero continuando (y así siempre será) el sistema de pensamiento de la masa social y evitando las individuaciones, se importará de lo analizado lo que aparece, lo positivo, y no lo que no está, lo que llamaremos negativo.


Cuando en un producto resultante de lo artístico (o literario, musical... etc) aparecen claros símbolos de originalidad, la inevitable comparación causará estragos en el compañero que habiendo analizado el poder de lo original, construye la idea (me parece especialmente interesante el aspecto de construir una idea aunque no sea el momento para desarrollar tales pensamientos) de la no necesidad de tal aspecto para contar lo que desea; es más, sin ansia de buscarlo y evitando consecuencias azarosas que pudieran guiarlo a tal estadio. Lo original puede ser mediocre en el resto de aspectos que pretendiese presentar, pero lo ya existente debe superar a sus antecesores para lograr la misma atracción ideal (6)


Por lo general los más audaces son aquellos que menos interacciones reflexionan y plantean alargándolas por momentos sin sentido (la mayor de las veces con un sentido surgido de la justificación) cuando por descontado, los cautelosos dedican más énfasis y tiempo a la reflexión que a la aventura sin dejar ello de significar más valentía y menos cualidad azarosa al plantear y desarrollar unas bases más fiables y seguras. Más valientes pues corren el riesgo, con el planteamiento continuo de pregunta tras pregunta del hallazgo del fracaso en el fondo deseado para poder resolverlo. Menos azarosos pues el azar tiene dedicado un muy pequeño espacio en su contenido teórico (cuando no nulo) lo cual provocará que el momento de la presentación de sus ideas convertidas en realidad sea el momento de su propia confirmación. Aquel audaz que corre más rápido podrá llegar en alguna ocasión antes a la meta, pero por regla general acabará tropezando mediada la carrera. Aquí se introduce de manera tangencial el concepto (cuasi siempre subjetivo) del éxito a alcanzar, distinto en cada individuo pues distintas son las personalidades de cada uno de ellos. Si uno solo desea que al menos un espectador tome conciencia de la humanidad que le rodea en cada momento presenciando un amplio abanico de imágenes corporales y claramente descriptivas de distintos tipos de personas (y por tanto personalidades) existentes en todo tiempo y lugar, es posible que se de por satisfecho y acoja el planteamiento de un nuevo proyecto acabado el anterior con más esperanza. No tiene por que poseer un principio marcado ni un final, siendo ese final la consecución de unos parámetros semi-conocidos (no totalmente definidos al menos) y el principio un rasgo de su moral, rectitud y orden.


Todo aspecto teórico o práctico que forme parte de un proyecto, formará parte además del desarrollo personal (no solo como artista sino también como ser humano) que todos nosotros deberíamos estar dispuestos a enfrentar. Básicamente proyectar implica pensar, ejecutar implica absorber, estudiar, y evaluar a su vez analizar. Pero pensar, estudiar y analizar advertimos que son pasos siempre unidos (en mayor o menor medida) en todo individuo. Un artista (una persona) a lo largo de toda su existencia valora las vivencias que se suceden, una tras otra, y cada uno a su manera evoluciona en cierto modo.


Si de forma sincera he de confesar, surge ante mi existencia más interés en el continuo aprendizaje que en la búsqueda de un final (ejemplo claro de un proyecto); desde el momento en que lo que se busca es un resultado en un campo concreto se limita sobremanera el desarrollo personal. No se debe eliminar a priori cualquier conocimiento a pesar de nadar en el mar en el que hemos decidido zambullirnos. No eliminemos las matemáticas, el latín, la economía... pues además de servir para realizarnos a nosotros mismos, lograremos observar (tal cual hizo Louis Aragon en su campo) conexiones a desarrollar en el mundo del arte desde una perspectiva que nadie hubiese imaginado antes.


Entonces también confirmo el aspecto de la no fragmentación, del no cambio de género en el proyectar, ejecutar y evaluar. La tarea creadora tiene comienzos humildes, pero comienzos presentes en tales diversas parcelas que se desearía conocer todo lo conocible.


¿Qué entendemos por sugerencia? ¿Qué puede provocar la impaciente tensión de las operaciones virtuales, decididas a actuar? Esto se afirma en el tratado, y a mi parecer posee este dogma la mayor de las verdades en mucho tiempo leídas y entendidas. Aquello sugerente no es por fuerza aquello introducido por el gusto, a pesar de obvias conexiones (7)



ACLARACIONES

(1)- Siendo de este modo un proyecto, una forma o estilo del libre pensar, y teniendo tantos puntos que tratar (dependiendo estos de la complejidad o simpleza que deseemos aportar), cualquier realización de cualesquiera de esos aspectos que desarrollemos en los personales proyectos deberían verse conceptual e ideológicamente libres de banales pensamientos y/o acciones, que sin embargo nos entorpecen, en este caso a los aprendices, el desarrollar y completar de forma ideal cualquier pensamiento. Esa autodeterminación que se promulga como actuación se ve cortada en cierto modo. Todo aspecto ha de ser tenido en cuenta en su nacimiento y contexto social (y acaso temporal).

(2)- Ocurrencias al fin y al cabo mal denominadas como tales, puesto que toda ocurrencia es una idea sin claro principio, cual surgida de la nada a pesar de que su base sea fundamentalmente subconsciente, lo cual, a su vez, nos proporciona un nuevo tema de pensamiento.

(3)- En ningún momento elegiría yo como proyecto el escalar el Everest (loca acción por mi parte sería) puesto que, sin dejar de ser una ocurrencia (esta vez más extrema, suscitada por una previa lectura) no alcanza el grado de interés y análisis que le dedicaría a un distinto asunto que pudiese hacer de motor a mi razón debido al claro interés que le obsequiaría. Más no por gusto. El gusto puede formar parte más adelante del desarrollo del proyecto elegido, pero no del comienzo del proyecto, teniendo todo concepto su adecuada posición.

(4)- Nosotros mismos proyectamos una esfinge a medio camino entre nuestro comienzo y la ciudad del anhelado final, aconsejándole a la bestia que nos plantee unas preguntas que le facilitaremos y sobre las cuales desconocemos las soluciones, pues más fácil es responder a las preguntas que nos realizan que a las que nosotros nos conformamos. Es entonces Edipo el ideal a seguir, siendo el final del hijo de Creonte, un símil del fracaso Último que sin duda esperamos evitar, aún a costa, quien lo desee, de verse en la repentina obligación de la justificación.

(5)- Un texto que nos puede explicar este asunto acaso con más claridad que algunos otros pequeños aunque por supuesto más importantes y conocidos artículos , es La forma de la autonegación, entre cuyas palabras podemos advertir cómo a partir de una determinada personalidad se amolda y es generado todo un mundo de reacciones cambiantes a cada persona, todo acto, incluso el artístico y su planteamiento, que seguirán unas determinadas pautas personales, resultado del contenido de cada individuo.

(6)- Pensemos por un momento en el proyecto que presento a unos determinados maestros de su campo con cuya interacción y absorción (virulenta con gran carga de esperanza de convertirse en simbiótica) debo pretender el resultado final.

En el proyecto existe la elección, no ya de un tema, sino de un mundo en el cual interactúan infinidad de elementos extraídos de diferentes campos entre los cuales se han buscado las relaciones. La búsqueda del método o métodos (por tanto hablamos de trabajo de desarrollo visual) y a cada paso el análisis de lo creado y la visualización del camino (si avanza o retrocede) por el cual se desea llegar al final. No es sin embargo esto un símil del hombre que sale de su casa, pensión o residencia, y que desea llegar en concreto a una ciudad que conoce por alusiones o comentarios. Se trata en realidad de aquel que sale de su hogar (no de una pensión o un hotel, sino de su hogar, y deseo enfatizar en este asunto) y que convirtiéndose en vagamundo no dará por terminado su travesía hasta llegar a aquel lugar del que siente su presencia pero que no podrá determinar hasta que no lo vea representado. El lugar donde vivir.

“los más audaces van más lejos que los aprensivos y cautelosos”.Falso.

(7)- Entiendo el concepto de sugerente como aquel que decididamente nos atrae no por simple estética más por algo que la razón y la lógica no podrían del todo explicar. Todas las acepciones que implican lo sugerente, además de su análisis de modo personal por parte de todo individuo, crean un plano de conocimiento al cual se anhela trabajar; el cual se desea conseguir. Trabajar con lo sugerente en muchos casos implica trabajar con los más oscuros deseos que permanecen en nuestro interior que sólo esperan una señal para hacerlos despertar. Se desea la propiedad del objeto y experimentar con lo sugerente en si, no transmutando lo trivial en sugerente. No exterminándolo de ese modo.

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